"A quien quise provoqué,
con quien quiso me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté."
ZORRILLA
con quien quiso me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté."
ZORRILLA
En esta colección de apuntes sevillanos no podía faltar en modo alguno el popularísimo caballero, hijo de nuestra ciudad, sobre quien tanto se ha escrito y tanto se ha discutido.
Llega el mes de Noviembre con su Conmemoración de los difuntos, y al mismo tiempo aparece en la escena de nuestros teatros ese personaje esencialmente español, audaz hasta la temeridad, pendenciero por naturaleza, burlador de mujeres y lleno de vicios que tienen un sello especial de grandeza y de hidalguía.
La figura de Tenorio resucita todos los años al sonido de las campanas que doblan tristemente por los que fueron; y el pueblo, que durante el día visitó el campo-santo para llevar coronas y faroles a las tumbas del padre, de la esposa o del hijo por siempre ausentes, acude en la noche al teatro, donde presencia una vez más la escandalosa escena de la hostería, el rapto de la ideal novicia, el convite interrumpido por la fatídica sombra de Ulloa, y la salvación del alma pecadora del protagonista.
Esto de que las costumbres hacen leyes probado se ve únicamente con las representaciones del
Tenorio. Ley se ha hecho ponerlo en escena en los primeros días de Noviembre; y tan es así, que otro cualquier día del año nadie concurre al coliseo que anuncia en sus carteles la popular obra de Zorrilla.
Sólo parecen bien las arriesgadas aventuras del audaz sevillano en los momentos en que la Naturaleza, despojada de sus espléndidas galas, cual si se asociase al duelo de la humanidad, se prepara a recibir al anciano Invierno.
Y ahora preguntamos: ¿ese D. Juan Tenorio, tipo acabado del calavera de otros tiempos, conjunto de todas las maldades, alma indómita y corazón de fuego, ha vivido en el mundo real, o es únicamente la creación de un poeta?
He aquí una duda difícil de aclarar. Los críticos no han podido averiguar aún la verdad en este punto, y el origen de D. Juan Tenorio es un misterio.
Cada escritor de los que tratan el asunto dice una cosa distinta; cada uno lo presenta de modo diferente, si bien están conformes en achacar al héroe todas las travesuras imaginables; pero la fuente primitiva, el cimiento sobre el que se han construido tantas obras, no se ha precisado de manera clara, terminante y que no ofrezca lugar a dudas.
A Tirso de Molina corresponde desde luego la gloria de haber sido el primer poeta que dio a conocer al D. Juan famoso. Cuantos después de Téllez le han tratado en leyendas, dramas y novelas, inspiráronse en lo que él dijo, y siguieron sus huellas más o menos cerca o con peor o mejor acierto. El burlador de Sevilla dio origen a cuanto de este personaje escribieron Moliere, Corneille, Dumas, Byron, Junqueiro y otros autores extranjeros y nacionales; ¿pero en qué tradición, en qué documento, en qué hecho se inspiró Tirso de Molina?
Aquí entran las opiniones particulares de los críticos, que, como casi siempre ocurre, son muy diversas, y no es cosa de reproducirlas ahora.
Dejo, pues, a un lado el origen de D. Juan Tenorio, para que otro con más instrucción y paciencia se dedique a ponerlo en claro; y para concluir dedicaré algunos párrafos a la obra del inmortal poeta que, abrumado de años y de laureles, era hasta hace poco el único que nos quedaba de una época gloriosa para las letras españolas.
Cuando Zorrilla escribió su célebre drama estaba muy lejos de sospechar que iba a ser la más popular y aplaudida de sus obras. Él mismo, en sus Recuerdos del tiempo viejo, nos dice de qué manera tan curiosa comenzó el trabajo. Sin haber formado plan ni haber meditado el asunto, dejó correr la pluma, y fue llenando cuartillas y más cuartillas de versos, si a veces incorrectos, fáciles, inspirados y armoniosos; y tras una escena imaginó otra, y en corto número de días la obra quedó terminada, y se estrenó sin que su autor llegara a repasarla con algún detenimiento.
El éxito fue grande;
Parecía casi olvidado el Tenorio de Zorrilla algunos años después de su estreno. Lo puso en escena el actor D. Pedro Delgado, que se hallaba en todo el apogeo de sus facultades, y entonces se inició la costumbre de representarlo en los primeros días de Noviembre, y entonces se extendió por todas partes, y el propietario de la obra hizo una fortuna.
Zorrilla había vendido la propiedad, en cantidad no muy crecida por cierto, y nada percibió de lo mucho que produjo, cosa que el vate ha lamentado no pocas veces en diversas composiciones.
Hablar aquí del drama seria a mi juicio perder el tiempo, cuando no hay español que no le haya visto representar, ni persona medianamente ilustrada que no sepa sus versos de memoria. Nuestro propósito no ha sido otro sino que el nombre del legendario personaje sevillano figure en este libro, donde sólo se tratan cosas de Sevilla.