jueves, 23 de julio de 2020

“Las tapadas”

 "Las tapadas", en Cosas nuevas y viejas.1

Costumbre muy arraigada era en las mujeres españolas en los siglos XVI y XVII salir a la calle cubiertas con mantos, y de las más afectas a ese uso fueron las damas de Andalucía, y particularmente las sevillanas, que en esto de ir tapados los rostros como en otros varios hábitos que tenían, veíanse claros los restos de costumbres mahometanas de lejanos días que no habían podido desechar, dado que aunque ellas no quisieran, algo de sangre moruna por sus venas corría.

                                                 Iglesia de San Marcos

Era el manto en las mujeres de Sevilla prenda de gran estima e imprescindible en multitud de ocasiones, aún para las de más elevada posición (…): “Usan (las sevillanas) vestidos muy redondos, se precian de andar muy derechas y menudo el paso, y así las hace el buen donaire y gallardía por todo el reino, en especial por la gracia con que lozanean y se tapan los rostros con los mantos y mirar de un ojo, y en especial se precian de muy olorosas, etcétera, etcétera”.

Prenda muy apropósito era el tupido manto para las aventuras y galanteos (…) y con harta frecuencia los autores de aquellos tiempos se lamentaban de los lances a que el uso de tal prenda daba lugar y en los cuales había con frecuencia tajos y cuchilladas de galanes rivales o de burlados esposos o amantes.

      Pilón de agua que existía frente al Hospital de las Cinco LLagas, hoy Parlamento de Andalucía 

Fundándose, pues, en graves razones que se tuvieron muy en cuenta, las Cortes celebradas en 1586 prohibieron que las mujeres fuesen tapadas por los inconvenientes que de esto resultaba, más como quiera que tal prohibición poco o nada llegó a cumplirse, Felipe II dio una pragmática en igual sentido en 1594 y Felipe III otra en 1614, que dicho sea de paso y aunque contrariara a los monarcas y a sus justicias, no consiguieron desterrar el uso del manto, ni mucho menos, en los dominios españoles.


Pragmáticas de Felipe II (1594)
En Sevilla, por ejemplo, fueron en vano las amonestaciones de los Asistentes de la ciudad y las predicaciones de no pocos frailes, que tomando muy a pecho esto de que las damas no lucieran sus lindos rostros por calles y plazas, llamaron al manto 
arma de Satanás, cubierta del pecado, etc., amenazando con el enojo de la divinidad y hasta con las eternas penas de los profundos infiernos.
Así las cosas subió al trono el rey Felipe IV, y aunque ya se sabe que este monarca fue muy dado a aventuras y que su reinado es el de las comedias de tapadas embozados, tantas fueron las quejas que recibió y tantas las representaciones que los cabildos de algunas ciudades le hicieron, que el 12 de abril de 1639 dio una pragmática con toda la fuerza de ley votada en Cortes, la cual era de no poco rigor y llevaba el propósito de conseguir de una vez por medio del temor a las penas, la completa desaparición de prenda tan cara para el sexo bello como lo era el manto.(…)

Grande disgusto tuvieron las damas hispalenses al conocer el documento, habiendo muchas a quienes no les asustó ni lo de la multa de los veinte mil maravedís, ni lo de la pérdida del manto, y se presentaron envueltas en él por las calles, en las iglesias y en los corrales de La Montería y en el Coliseo.


     Puerta y Corral de la Montería en los Reales Alcáceres de Sevilla, actualmente Puerta del León.

De aquí surgieron no pocos lances, y aunque algunas mujeres alegaban, para excusarse de cumplir la pragmática, los privilegios o fueros que gozaban su padre y marido, viendo que tampoco este recurso les daba resultado, y que las gentes de la justicia no andaban tardías en las denuncias, en más de una ocasión excitaban a sus deudos y allegados para que buscasen medios e influencias con que dejar de cumplir lo ordenado por el rey.

Pero durante algún tiempo nada pudieron conseguir las sevillanas a favor de su prenda tan estimada, dándose el caso de que no pocas se excusaban de salir con la frecuencia que antes lo hacían, por no hacerlo en cuerpo y con el rostro descubierto (…).

Pero campaña que la mujer emprende tarde o temprano la gana, y así sucedió entonces, que a cabo de algún tiempo la pragmática quedó sin cumplimiento y volvieron a verse por las tortuosas calles de Sevilla y a todas horas, lo mismo que antes, las misteriosas tapadas, cebo de galanes, y que eran nota tan característica en la España de aquellos tiempos.


1El relato que ahora traemos pertenece a Cosas nuevas y viejas, libro de Chaves Rey editado en 1904 y reeditado en 1990 por Caja San Fernando de Sevilla y del que hemos eliminado algunos párrafos por no entretener la narración y que consideramos prescindibles, pero a los que siempre podrá acudir el lector interesado. 


Os aconsejo entrar en el enlace que os adjunto que es una delicia de investigación e información:

EL CORRAL DE LA MONTERÍA DE SEVILLA. RECONSTRUCCIÓN VIRTUAL DEL EDIFICIO ESCÉNICO Y DE SU DISPOSITIVO ESCÉNICO. 

Grupo de Investigación Teatro del Siglo de Oro.  (Bolaños-De los Reyes-Palacios-Ruesga) Revista APUNTES DEL ALCÁZAR DE SEVILLA Nº 17 (2016) Páginas: 8 a 29

https://www.alcazarsevilla.org/publicaciones/apuntes-del-alcazar-17/






PÁGINAS SEVILLANAS Manuel Chaves Rey.

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